Manuel González Montes

Biografía

Nace en La Carolina (Jaén) en 1953.

Después de sus estudios realiza la primera exposición en 1974.

Desde aquel momento ha realizado exposiciones y muestras ininterrumpidas hasta la actualidad.

Obra en Instituciones, Centros Públicos y colecciones particulares.

Ilustrador y colaborador gráfico de textos, revistas y publicaciones.

Ganador de prestigiosos concursos y certámenes.

Obra en países de gran cultura gráfica como: Francia, Gran Bretaña, EE.UU., Italia, Bélgica, Portugal...

Autorretrato con Gafas

Nací en una mina de Sierra Morena y debajo de un oscuro bosque de álamos negros, acacias y eucaliptos. Y cuando estaba aprendiendo las cosas de la vida y andaba por los cerrados y solitarios montes que allí había me di cuenta que, mirando hacia arriba, se podía ver la luz entre los resquicios dejados al azar por las frondosidades.


¡Quizá si yo veía, también sería visto! De esta manera llegué a la convicción que, mi vida debía ser guiada por el único que daba luz desde lo alto y que llegaba hasta mí aunque estuviera en lo más hondo.

Soy moreno, de estatura alta y algo robusto. Tosco en mis modales y reacio a comprender la elemental voluptuosidad de este mundo. Reconociendo que las innumerables faltas que he cometido en mis días se han debido a mi complicado temple. Sin embargo, la vida de la fe, que es en mi la más abundante y bienhumorada, ha sido la que ha iluminado mis ojos - a pesar de ser corto de vista - habituando a mi alma a los grandes esfuerzos y las elevadas esperanzas.

Pero teniendo todo esto, llegó un momento que la pintura se convirtió en un problema. ¿Donde dirigirme con ella?

Consulté a mis compañeros sinceros. Respondiéndome que lo único que ellos habían hecho era correr, de un lado a otro, en continuo comezón, ante tan repetitivos mensajes, y que volviendo al cabo de un tiempo habían acabado rendidos.

¡Es imposible! ¡Nunca haremos nada importante!, me dijeron. Tendremos que jugar a la gallina ciega... o, tal vez, dejarlo.


“Luz en el bosque”

Estando en esto fue cuando me encontré con la grata sorpresa de la visita de unos buenos amigos que estaban cansados de mirarlo todo. Y un escozor antiguo hizo desatar sus lenguas, sorprendiéndome con peticiones tales como:

» Pinta lo nuestro. Lo que nunca ha sido pintado.

» Arranca del exterior nuestras imágenes más amadas.

» Intenta hacernos la vida grata.

Impulsándome con palabras tales como:

» ¡Hazlo por nosotros y por nuestros hijos! Por aquellos que aún no han sido sensibilizados por nada.

» Pinta el árbol de Getsemaní: el olivo.

» Anota nuestras palabras en la paleta y guárdalas en la caja de las pinturas. Copia la luz sobre el lienzo que nosotros no tenemos y borra lo light.

Después de esto, quedé reflexivo y el bosque me pareció más oscuro. No son tiempos adecuados. Corren corrientes opuestas. Tengo constancia de ello.

La arboleda es infinita. Hay que desbrozar demasiado.

Ya no hay un camino que trazar, sino infinitos sitios donde orientar la mirada. Pequeñas parcelas locales inexploradas. Hay que salirse del gran sendero.

Las generalidades en sí no significan nada. ¡Que sea nuestra entrañable contemplación selectiva la que contribuya a nuestra construcción personal! Que no nos digan que el destino colectivo es más importante que las almas individuales.

Sin embargo, a pesar de todos mis malos augurios ahora huelo a trementina y gozo con los trémulos colores de las entrañas de nuestras cosas. Lo elemental.

Lo que nos hace felices cuando conversamos debajo de la sombra de la parra o al frescor de una alberca. Mirando y recordando, de infinitas formas, la luz de nuestras blancas nubes, nuestras aguas y el aire que nos dan vida y nos hacen pensar.


“Manuel González Montes”